miércoles, 11 de noviembre de 2009

CAMBIAR DEBER POR QUERER

CAMBIAR DEBER POR QUERER

La palabra DEBER, que nos inculcan desde muy temprana edad,
limita nuestra libertad, de SER
… y cualquier limitación de ella,
es fuente de malestar,
un malestar… al cual nos han ido acostumbrando.

Entendemos por DEBER,
algo que hemos hacer, o un comportamiento que debemos adoptar,
nos guste o no.
Generalmente se trata de algo, no acorde con lo que deseamos.
Así cuando vamos a hacer algo, o tomar una actitud que nos place,
esa palabra no la usamos.

No es lo mismo quiero cantar, que debo cantar.
No es lo mismo “debo ir al automercado”,
que “quiero ir al automercado”.

Con la palabra DEBER, al niño se le va deformando,
moldeándolo, de acuerdo a la conveniencia,
de quienes integran la sociedad.

Este concepto lleva implícita la hipocresía,
porque cuando se incumple,
uno de los tantos deberes que nos impusieron,
si se quiere evitar una descalificación,
o una sanción a cualquier nivel,
lo mas conveniente es ocultar el “pecado”.

Este concepto, esta palabra,
conspira contra la felicidad de cada uno,
Nos divide entre lo que SOMOS
y lo que DEBEMOS SER.

Al final –salvo raras excepciones-
quedamos convertidos, en lo “que debemos ser”,
de acuerdo a la opinión, de quienes liderizan la sociedad,
de acuerdo a sus intereses.

Queda así limitada, encasillada,
la libertad personal.
y comenzamos a usar máscaras,
para ocultar,
lo que realmente somos.

Se llega al exabrupto,
cuando –a través de la palabra DEBER,-
se ordena AMAR,

Cuando se ordena, por ejemplo,
que debemos amar a nuestros padres.

El amor es un sentimiento, viene del corazón,
nace espontáneamente,
no se lo puede imponer,
es independiente, está mas allá de la razón.

Si nuestros padres no han sido capaces,
de inspirarnos amor hacia ellos,
si esencialmente se han ocupado… de inculcarnos deberes,
¿cómo los vamos amar?

Entonces, para cumplir con ese DEBER,
para quedar bien ante nosotros,
pero sobre todo antes los demás,
aparentamos que los amamos,
eventualmente, regalándoles cosas materiales,
… exentas de cariño.
¿De que valen?
Se trata –ni mas ni menos- de una farsa.

El amor
-como bien dice la canción española-
“ni se compra ni se vende”

¿Qué tal si cambiamos la palabra DEBER por QUERER?
¿Si enseñamos a los niños,
a AMAR lo que DEBEN hacer?
¿Si les ensañamos, que ir al automercado,
puede ser una vivencia placentera?

Para lograrlo… iremos “con cuerpo y alma”,
olvidando por completo el reloj,
ocupando la mente tan intensamente, en lo que estamos haciendo,
de manera tal... que la posibilidad no tenga,
de importunarnos, con pensamientos parásitos.
Esto solo es posible, cuando hacemos algo con amor.

Si en vez de decirle al niño:
“Debes escribirle una cartica a tu tía,
que dentro de algunos días tiene cumpleaños”
le hubiésemos sembrado amor por esta tía,
eventualmente, espontáneamente,
le escribirá esa cartica.
Pero si la cartica se escribe por DEBER,
será una formalidad sin valor alguno.

Si a un niño se lo obliga a saludar a sus abuelos -por ejemplo-
hacerlo bajo presión, por DEBER,
no tiene sentido.

A veces no lo hacen, porque están distraídos.
Hay que enseñarlos a que solo se aceptan saludos por cariño,
dándole un fuerte abrazo, que lo haga sentir bien,
que lo haga sentir que es querido.

Si se lo regaña, por no haber saludado,
por no haber cumplido con el DEBER de hacerlo,
lo estamos descalificando,
le estamos diciendo que es MALO.

Pienso,
que sembrando amor y mas amor en el corazón del niño;
amor por todo lo que haga –así sea tender su cama-
amor por las personas, por la naturaleza,
por el universo, por Dios,
podríamos eliminar la palabra DEBER,
y tendríamos un mundo mas armónico, mas feliz.
MAR.