“SUEÑOS de ANTARES"
IRENE (I)
LA PREGUNTA TRASCENDENTAL
(Mas allá de la cordura)
A veces nos hacemos preguntas,
que no tienen respuesta.
Tengo una amiga,
con un interés profundo, en el componente espiritual,
inherente al ser humano,
el que nos diferencia de los animales,
y nos permite tomar conciencia,
del mundo que nos rodea…
y de nosotros mismos.
A esa amiga la conocí desde niña,
y surgió entre los dos una gran empatía,
convirtiéndose ella en algo así, como una hermana del alma.
Tenía ocho años, cuando murió su madre.
Con, sus tres hermanitos menores.
a esa edad,
comenzaron a despertar, sus instintos maternales.
desarrollándose así, una madurez poco común.
Irradia un cariño, espontáneo, natural.
Es abierta, sincera, franca,
no carga máscaras ni maquillaje.
Su inteligencia es excepcional
Estudió psicología,
y de niña, con mucha vida,
se convirtió en una mujer muy bella, muy atractiva.
La mirada de sus bellos ojos verdes,
es tranquila y franca.
Revela una paz interior muy profunda,
una bella armonía, con su mundo íntimo,
y con el mundo que la rodea.
A esa paz interior… solo logran llegar,
los que a si mismo se aman, antes que a los demás.
Su persona, su parte espiritual,
en sintonía no están, con el mundo en que se mueve,
un factor importante, en las coincidencias que nos unen.
En consecuencia,
con frecuencia nos poníamos de acuerdo,
para conversar, para oír buena música,
y ocasionalmente para bailar,
algo que a los dos nos encanta.
Si su físico es bello,
mas bella es su parte espiritual.
Estuvimos de acuerdo,
en conservar esa íntima relación,
al nivel de algo así como un noviazgo,
nutrido por un amor,
a la altura de lo sublime,
donde lo sexual… era menos que secundario.
Es lo que sucede,
cuando el desarrollo espiritual, a un nivel ha llegado,
que muy por encima de lo zoológico,
se encuentra ubicado.
Para ese atardecer que les cuento,
planeamos recorrer una trocha boscosa,
en medio de una exuberante y estupenda naturaleza,
engalanada con orquídeas, pájaros y mariposas,
de las azules.
Esa trocha a una playa rocosa conducía
donde las olas al chocar,
en blanca espuma se convertían,
Mientras caminábamos,
Irene inició la conversación, contándome,
de una amiga que se le acercó para preguntarle,
si como psicóloga,
le podía explicar, que sabía ella de la vida.
-Le dije, que la vida es un misterio,
y como tal, imposible de definir.
Que la contestación a esa pregunta,
solo dentro de nosotros mismos,
podríamos encontrarla.
Que era algo que, concientemente, apartando a la mente,
había que sentirlo, que experimentarlo,
y que la respuesta, a que cada quien llegase,
sería única, exclusivamente suya.
Me gustaría un comentario tuyo, Alejandro.
-Lo que agregaría sería,
que vivir es un verbo,
y como bien dice la cultura quechua,
proveniente de los Incas,
somos responsables de entender,
que la vida es un regalo del mas allá,
un regalo precioso, que hemos de agradecer.
Somos responsable de aceptarlo,
y en alas del agradecimiento,
hacer de le él cada día,
una fiesta de crecimiento,
con alegría, bailando, cantando, amando,
Para ellos,
no ser feliz es un pecado.
Y cuando surge un problema,
lo resuelven bailando y cantando.
Continuó Irene contándome su conversación,
con la amiga mencionada.
--Le dije además que para mi, la vida no la podremos entender,
si a la muerte, no la logramos comprender.
Ella es… la otra cara de la misma moneda.
No es posible amar a la vida y odiar a la muerte.
Tanto mas miedo se le tenga a la muerte,
tantas mas limitaciones habrá,
para gozar de la vida.
Tanto mas se logre amar a la muerte,
tanto mas será posible amar a la vida.
Para entender esto, habría que, por lo menos admitir,
que la una sin al otra, no puede existir.
¿Podría acaso, existir el blanco, si no existiese el negro.
- Perfectamente de acuerdo, le dije.
A la muerte, habitualmente no se la acepta;
se prefiere, darle las espaldas,
sin darse cuenta, que aceptándola,
que tomando en cuenta su existencia,
es la única manera de vivir a fondo,
de realmente disfrutar de la vida.
Y no dejaríamos para mañana,
expresar amor a nuestros padres,
decirles te quiero a nuestro hijos y amigos y amigas,
de dar el beso que quisimos dar.
Y evitaríamos sentirnos mal -para siempre-
llevando flores a un velorio,
donde yace un ser querido,
a quien expresarle nuestro amor, nuestro cariño,
una y otra vez… lo dejamos para después.
Llegamos tarde, cuando con aquella expresión de paz,
que solo la muerte sabe dibujar,
ya no puede percibir,
la belleza… ni la fragancia de las rosas,
cuando no nos puede ver,
ni su mano inerte y fría tender,
cuando ya no puede, de nuestra compañía disfrutar,
ni con nosotros sus alegrías compartir.
A Irene… se le aguaron los ojos,
y diciéndome “te quiero”
me abrazó y me besó.
-Le decía yo a esta amiga, continuó ella,
que todo lo que hayamos recibido y adquirido en esta vida,
absolutamente todo,
es prestado, no nos pertenece,
y que en algún momento… sin saber como ni cuando,
habremos que devolverlo.
Teniendo esto en cuenta,
el apego a lo material y también a las personas.
desaparece.
Es una puerta que se abre, camino a la libertad, a la felicidad.
Le dije entonces:
-Se me acaba de ocurrir una idea:
¿Que tal si cada día, antes de comenzar la jornada,
nos hiciésemos la siguiente pregunta?
“SI TUVIÉSEMOS LA CERTEZA,
DE QUE MAÑANA SERÁ NUESTRO ÚLTIMO DÍA…
¿QUÉ HARÍAMOS?”
Seguramente, nuestra escala de valores. la iríamos rehaciendo,
refinándola cada vez mas, con mayor acierto,
Si la tomáramos en serio,
RESULTARÍA… UNA PREGUNTA TRASCENDENTAL,
.
Nos acostumbraría a transformar cada día,
en una despedida.
disfrutándolo… hasta mas no poder.
Se hizo de noche y la luna brillaba.
Tomados de la mano, a la luz de las linternas,
que previsiblemente llevamos,
a la orilla del mar llegamos.
Bajo las ramas de una Uva de Playa.
lo mas cómodamente posible,
apoyados en unos cojines, que en nuestros morrales llevamos,
sobre un peñasco nos recostamos,
con sendas frazadas arropados.
Abrazada,
su cabeza, con sus cabellos castaños,
que hasta la parte superior de sus espaldas le llegaban,
sobre mi hombro derecho reposaba.
En esas circunstancias, es fácil entrar en meditación,
en la meditación al estilo oriental,
que a nuestra parte inmortal, a nuestro SER, nos lleva.
Así fue.
Cada vez mas conscientes.
del maravilloso escenario, que nos rodeaba,
nos fuimos, integrando a él,
al universo, a su infinito silencio,
al terciopelo negro de la noche, a las estrellas, al mar…
plateado por la luz de la luna,
al rítmico batir de las olas contra los peñascos.
Lentamente, permaneciendo alertas,
nuestros ojos se fueron cerrando;
el ego desapareció… y la mente enmudeció,
el tiempo se detuvo, y la muerte no asustaba,
parecía sublime.
Nuestros corazones, en silencio conversaban…
habíamos llegado a nuestro SER,
a ese vacío inmortal.
Una relajación total,
una paz profunda, un bienestar indescriptible,
nos fue invadiendo.
Ya avanzada la noche,
renovados regresamos.
Mas allá del cuerpo, de la mente y del ego,
habíamos disfrutado,
de la paz y el amor, de nuestra esencia inmortal.
Sin gastar un céntimo habíamos VIVIDO,
habíamos percibido… la naturaleza de la EXISTENCIA.
Antes de despedirnos, Irene me manifestó,
que mucho desearía, que en condiciones similares,
en íntimo contacto con la naturaleza,
habláramos del amor:
es otro de los misterios… tan importante como vivir.
ANTARES
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