jueves, 30 de julio de 2009


EL OCASO DEL ROMANTICISMO

Romanticismo y amor, separados, no se pueden concebir.
El primero, belleza al amor, le ha de conferir;
una belleza, que solo el corazón, logrará percibir.

El romántico al igual que el artista,
es capaz de crear fantasías muy bellas,
o descubrir bellezas, que a la mayoría escapan.
Vive y disfruta de un mundo,
que para el hombre común no existe.

Una profesión no es;
de él, el cuerpo no podría vivir,
ni tampoco con él, riquezas sería posible adquirir.
Es igual que el artista verdadero,
el que pinta sus cuadros, escribe su música, y su poesía,
a pesar de su pobreza.

Para el espíritu, y solo para él,
el romanticismo es sublime alimento…
el condimento, que a la vida, sabor le ha de infundir.

Para el romántico,
una mujer,
el sol la luna y las estrellas,
las flores, los árboles, los río, el mar…
todo cuanto existe,
son fuentes de inspiración, fuentes de amor.

El romántico, al igual que el artista,
no lo es por su propia voluntad.
Es algo que carga por dentro, con lo cual se nace,
y que, desde su corazón,
ha de florecer.

Pero en el mundo actual,
el corazón, el amor profundo y verdadero,
el amor universal,
ya cabida no encuentran… están exilados.
están “demodé”, y hasta en ridículo han sido colocados.

La tecno-ciencia, lo material, es lo que ha de contar.
Al corazón, al espíritu, sin misericordia han desplazado.
Del ser humano moderno, fría como el acero,
la razón se ha apoderado.

Así las cosas, ya el romanticismo, no tiene lugar,
Pero no sería descabellado, pensar,
que en algún momento, haya de resucitar.

Cuando, a vivir de verdad, hayamos aprendido,
cuando, realmente hayamos entendido,
cuando hayamos comprendido,
que a este mundo hemos venido,
para dar y recibir amor…
que sin amor no vale la pena vivir.

ANTARES















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